Jonathan Steele habla sobre Afganistán: “Es imposible ganar la guerra; estamos en un punto muerto. No hay vencedores”

Original en Español17 de noviembre de 2011
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    1 de noviembre de 2011

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    Parte 2

    La guerra que lidera Estados Unidos en Afganistán, ahora en el undécimo año, no muestra señales de terminar. El sábado, 12 soldados de EE.UU. murieron en un atentado suicida perpetrado en Kabul. Fue el peor ataque individual perpetrado por tierra contra las fuerzas de la OTAN en los 10 años de guerra. Para analizar lo que ocurre en Afganistán, hablamos con Jonathan Steele, corresponsal de larga trayectoria del periódico The Guardian y autor del nuevo libro “Ghosts of Afghanistan: The Haunted Battleground” (Los fantasmas de Afganistán. El perturbador campo de batalla).

    “La [estrategia militar de EE.UU.] no funciona porque su presencia es la que crea una nueva resistencia. Así que la resistencia surge porque están allí. Las fuerzas de ocupación no están allí por la resistencia; son ellas las que la generan”, afirma Steele. “Lo importante ahora es reconocer que es imposible ganar la guerra; estamos en un punto muerto. No hay vencedores”.

    AMY GOODMAN: Inmediatamente después del atentado suicida con bombas ocurrido en Kabul el sábado que se cobró las vidas de doce estadounidenses, un canadiense y cuatro afganos, y de un ataque similar ocurrido el lunes en Kandahar que causó la muerte de tres trabajadores de Naciones Unidas y de otras dos personas, el gobierno de Obama anuncia la aplicación de una estrategia revisada para poner fin a la guerra en Afganistán que lleva ya diez años. Según informa el periódico Washington Post, algunos elementos de dicha estrategia ya están en marcha, por ejemplo la escalada de la presión militar sobre la red insurgente Haqqani simultáneamente con la apertura de canales para el diálogo directo con Estados Unidos, tanto a dicha red como a otros grupos talibanes.

    Otra noticia relacionada con Afganistán es el hallazgo de pruebas que indican que Estados Unidos siguió trasladando presos a cárceles afganas, a pesar de estar al tanto de que en dichos centros se aplica la tortura. Tanto funcionarios afganos como occidentales entrevistados por el periódico Washington Post confirmaron que Estados Unidos envió prisioneros a cárceles afganas vinculadas con casos de tortura, donde posteriormente agentes estadounidenses los interrogaron.

    Para analizar la situación en Afganistán, hace poco me reuní con Jonathan Steele, corresponsal de larga trayectoria del periódico británico The Guardian que informa desde Afganistán desde el año 1981. Su nuevo libro, “Ghosts of Afghanistan: The Haunted Battleground” (Los fantasmas de Afganistán. El perturbador campo de batalla), se ocupa de los mitos que, según afirma, han hecho casi imposible que Estados Unidos pudiera crear una estrategia coherente en el país o ayudar en la construcción de un Estado afgano, tras treinta años de guerra e intervenciones extranjeras.

    Comencé por preguntarle a Jonathan Steele por la investigación de la ONU que se acaba de conocer, mediante la cual se supo que las fuerzas afganas aplicaban la tortura de manera “sistemática” a los prisioneros.

    JONATHAN STEELE: O Estados Unidos sabía lo que estaba pasando –cosa de la que estoy muy seguro- o bien de forma deliberada no quería saberlo —hicieron la vista gorda—, porque de hecho están financiando tanto estos ministerios como el sistema penitenciario en Afganistán, teóricamente para intentar reformarlos. Mientras tanto, hacen la vista gorda ante las increíbles situaciones de maltrato que allí se estaban llevando a cabo.

    AMY GOODMAN: Me gustaría que veamos un fragmento —mientras los principales medios de comunicación se hacen eco de este tema y afirman que es una atrocidad que estemos financiando fuerzas de seguridad en Afganistán que torturan personas— de una persona llamada Moazzam Begg que fue prisionero de las fuerzas estadounidenses. ¿Lo conoce?

    JONATHAN STEELE: Claro.

    AMY GOODMAN: Porque [Begg] vivió en Gran Bretaña. Lo que vamos a ver es un testimonio del ciudadano británico Moazzam Begg, nacido en Birmingham. En febrero de 2002, Begg fue capturado por la CIA en Islamabad y posteriormente estuvo detenido en Guantánamo. Democracy Now! viajó a Londres para visitarlo cinco años después, ya de vuelta en Gran Bretaña luego de ser liberado. Nos habló de su experiencia.

    MOAZZAM BEGG: Cuando al final me pusieron bajo custodia estadounidense y me llevaron a Kandahar, el trato que recibí en ese proceso fue quizás el más deshumanizador. No creo que en los últimos tiempos nadie haya pasado por lo que pasé: los soldados se sentaban encima mío y de muchos otros detenidos; varios soldados me apretaban la cabeza, las piernas y la espalda, me cortaban la ropa con cuchillos, y yo sentía la hoja fría del cuchillo cortando la piel en la parte de atrás de los muslos y de la espalda; me sacaban fotos desnudo, me inmovilizaban y escupían. Me tomaban fotos afeitado y sin afeitar, también varios soldados se fotografiaban humillándonos a mi y a otros detenidos, me decían de manera burlona que era un terrorista y un asesino, una basura musulmana y cosas así, mientras los perros nos ladraban. Después nos llevaban ante un agente del FBI que se veía extraño con esa gorra del FBI, mientras yo estaba allí desnudo, temblando, y él me preguntaba cuándo había visto al Mullah Omar o a Osama Bin Laden por última vez, lo que según parece, eran preguntas rutinarias que les hacían a todos los detenidos.

    AMY GOODMAN: Escuchábamos un fragmento del testimonio de Moazzam Begg sobre su trasladado a Kandahar y su detención durante años por las fuerzas armadas estadounidenses. Más tarde lo llevaron a Guantánamo, donde pasó años sin acusación alguna; finalmente fue liberado y ahora vive de nuevo en Gran Bretaña. Jonathan Steele, hoy mientras escuchaba a los expertos formularse preguntas, como ¿Cómo pudimos apoyar a Afganistán?, ¿qué sacaron en limpio de esto?, ¿por qué no aprenden o no han aprendido algo de lo que les enseñamos?, pensé que pareciera que es precisamente eso lo que aprendieron de nosotros.

    JONATHAN STEELE: Nunca mejor dicho. Creo que es muy positivo que hayas difundido esa entrevista; están aprendiendo de Guantánamo. Guantánamo estuvo antes de todas estas vejaciones de las que hoy oímos hablar. Esto ha sido un ida y vuelta; no es que solo los afganos estén cometiendo abusos.

    AMY GOODMAN: Hablemos de la situación actual de Afganistán. Hace 30 años que usted informa desde ese país, ¿qué detalles deberíamos saber al día de hoy sobre lo que ocurre allí?

    JONATHAN STEELE: Dos días después del 11/S escribí una columna en el periódico The Guardian diciendo que si la reacción de Estados Unidos iba a ser la de llevar tropas a Afganistán para ocupar ese país y forzar un cambio de régimen, acabarían igual que la Unión Soviética. Me temo que quedó demostrado que tenía razón en ese tema, porque las técnicas son idénticas a las que empleaban los rusos. Es lo que llamo la “estrategia de acuartelamiento”, es decir ocupar las principales ciudades, intentar mantener la comunicación por carretera entre ellas y hacer pequeñas incursiones en el entorno rural para mantener un poco la presión. Pero no funciona, porque surge una nueva resistencia con esta ocupación. La resistencia aparece, precisamente, porque están allí y no a la inversa; su presencia no se justifica porque haya una resistencia, sino más bien es la fuerza de ocupación la que la crea.

    Lo más importante ahora es darnos cuenta de que es imposible ganar la guerra, que estamos en un punto muerto. No hay una victoria militar. Precisamente, esto es lo que me temo que el presidente Obama no aprendió todavía de la experiencia soviética. Porque Mikhail Gorbachov llegó al Kremlin en 1985, cuando la guerra ya llevaba cinco años y nueve mil soldados ya habían muerto, heredando una guerra que habían iniciado quienes lo habían precedido. Entonces, se dio cuenta de inmediato de que era imposible ganar esa guerra. No dijeron “queremos renovar el conflicto” o “queremos más tropas, nuevo equipamiento, mayor alcance o más dinero”. Se dieron cuenta de que era un desastre, algo que Obama aún no ha dado signos de advertir. De hecho, es incluso más grave, porque gente como el general Petraeus todavía está convencida de que se puede lograr una victoria militar. Petraeus goza de la confianza del presidente, al que ve prácticamente todos los días, y está al mando de la CIA. Es por eso que, en mi opinión, es capital que el pueblo estadounidense, que según las encuestas se opone mayoritariamente a la guerra, haga oír su opinión.

    AMY GOODMAN: Quisiera pasar ahora al ex jefe de las fuerzas estadounidenses y de la OTAN en Afganistán, el general Stanley McChrystal. En su intervención en el Consejo de Relaciones Exteriores a principios de este mes, McChrystal dijo que Estados Unidos había invadido Afganistán con una comprensión de ese país “terriblemente simplista” –según sus propias palabras- que todavía hoy continua.

    GEN. STANLEY McCHRYSTAL: No sabíamos lo suficiente y aún no sabemos lo suficiente. La mayoría de nosotros teníamos una comprensión muy superficial de la situación y de la historia, una perspectiva terriblemente simplista de la historia reciente, de los últimos 50 años, de quiénes eran las figuras y de las acciones que hubo en ese país. Mucha gente pensaba que [los afganos] habían luchado contra los soviéticos, los habían vencido, luego vino este período talibán, y después llegamos nosotros en 2001. Sin embargo, había tantas fuerzas en juego y tantas figuras en los siete grupos diferentes de mujaidines y tantas acciones diversas que se complicaron, que cuando llegamos nosotros, nos dimos cuenta de que estábamos deplorablemente mal informados.

    AMY GOODMAN: Escuchábamos al general Stanley McChrystal. Jonathan Steele, ¿qué opina de esto?

    JONATHAN STEELE: Es una confesión asombrosa. Creo que está hablando en nombre de todos los miembros del gobierno. Al menos tuvo la honestidad de expresarlo. Quiero decir, de la gente que tomó la decisión de ir a la guerra, y de hecho fue muy similar a la de Irak. Se hizo con absoluta ignorancia, sin ningún tipo de reflexión real acerca de qué pasaría al día siguiente. Primero derrocar al régimen. ¿Después qué sigue? Se termina ocupando el país, tratando de construir una nación, aumenta la resistencia y finalmente te obliga a retirarte.

    AMY GOODMAN: Quisiera preguntarle sobre los famosos comentarios de Brzezinski a un periódico francés hace unos años atrás, cuando habló de por qué los soviéticos habían invadido Afganistán y Estados Unidos quiso involucrarlos en una especie de Vietnam y dijo “¿Qué son unos pocos musulmanes irritados?”. Por lo tanto Estados Unidos apoyó a los mujaidines. Entre los que fueron entrenados se encontraba Osama Bin Laden. Con posterioridad, el efecto rebote: primero pusieron la mira en la Unión Soviética, luego en Estados Unidos. Pero, el modo en que la Unión Soviética ingresó primero nos lleva a toda esa trayectoria que usted comentaba hace un momento, cuando Gorbachov decidió retirarse y luego Estados Unidos se involucró, y a cuál era la alternativa en ese momento y cuál es ahora.

    JONATHAN STEELE: Eso es algo verdaderamente increíble, porque Estados Unidos sabe lo que pasó cuando los rusos estuvieron allí, porque les estuvieron dando armas a los mujaidines. Entonces, es absurdo que después ellos invadan y piensen que van a poder hacer las cosas de modo diferente a los rusos. Quiero decir, es una locura.

    El verdadero problema fue que ellos combinaron a los talibanes con Al-Qaeda. Fue un matrimonio por conveniencia entre los talibanes y Al-Qaeda. Inmediatamente después del 11 de septiembre, Osama Bin Laden dejó la zona de Kandahar, donde estaba relativamente visible, y se fue a las montañas de Tora Bora, de modo que cuando Bush apareció y les dijo a los talibanes: “Tienen que entregarnos a Osama o los vamos a invadir”, fue una demanda totalmente absurda. A Estados Unidos le llevó nueve años encontrar a Osama. ¿Cómo iban a poder los talibanes, que no tienen equipos de visión nocturna, ni satélites, ni aviones no tripulados, ubicarlo en Tora Bora en ese momento? Fue completamente irreal. Osama estaba fuera de su alcance.

    AMY GOODMAN: Sin mencionar, en definitiva, que estaba fuera de su país.

    JONATHAN STEELE: Y luego por supuesto, Osama salió del país y Al-Qaeda se dispersó. [Al-Qaeda] es más fuerte hoy que en 2001 porque tiene más reclutas, en parte por esas constantes invasiones —a Irak y Afganistán— que provocan y enfurecen a la gente.

    AMY GOODMAN: ¿Está diciendo que Al-Qaeda es más fuerte ahora que en 2001?

    JONATHAN STEELE: Creo que tienen más gente. Y está dispersa. Están en Pakistán, Somalia, Yemen y el norte de África. Estuvieron un tiempo en Irak en los últimos cinco años. Por eso creo que consiguieron más reclutas. Tal vez no sean tan efectivos como antes y ciertamente el Departamento de Seguridad Nacional ha mejorado mucho. Esa debería haber sido la reacción ante el 11 de septiembre, es decir, se debería haber mejorado el Departamento de Seguridad Nacional y no intervenir Afganistán.

    AMY GOODMAN: ¿Qué quieren los talibanes ahora?

    JONATHAN STEELE: Creo que los talibanes cambiaron su postura enormemente. Mullah Mohammed Omar, al final de Ramadán, hace seis semanas y pico, hizo una declaración muy importante en la que dijo: “No queremos un monopolio de poder en Afganistán”. Eso representa un cambio total. En 1996, cuando subieron al poder, era así. Omar dijo: “Respetamos todas las etnias de Afganistán y queremos que se desarrollen juntas”. Él representa en gran medida a la etnia pashtun, así que los tayikos —que son la segunda etnia más grande—, están preocupados. Pero Omar está tratando de tranquilizarlos con lo que dice. Omar incluso habló de inversión extranjera, de fomentar la inversión, dijo: “Tenemos riqueza mineral y otras cosas que deben ser desarrolladas”. Su postura cambió por completo.

    Por lo tanto, pienso que Omar quiere entrar en un proceso de diálogo. Yo creo realmente que eso es lo que tiene que pasar en este momento. Creo que Obama debería ahora mismo declarar que va a cambiar por completo el camino, que es imposible ganar la guerra, que estamos pasando a la etapa de negociaciones y que nuestra meta ahora es un gobierno de unidad nacional en Afganistán que incluya a todos los grupos insurgentes, a toda clase de grupo, y debería prometer por supuesto que no protegerá a Al-Qaeda ni a ningún otro grupo terrorista global en su país. Creo también que tiene que retirar la recompensa por la cabeza de Mullah Mohammed Omar. No se puede negociar con alguien si estás amenazando con matarlo y con dar una recompensa a quienes lo arresten. Así que tiene que haber un cambio total en la política y EE.UU. tienen que reconocer que el interlocutor en el grupo de los talibanes debe ser Mullah Mohammed Omar o la persona que él designe como su negociador.

    AMY GOODMAN: ¿Quién es Mullah Mohammed Omar?

    JONATHAN STEELE: Es un hombre que creció durante la resistencia contra la Unión Soviética. Era parte de la jihad, como la llamaban en esa época, la mujaidín contra los rusos, pero él era de una generación más joven que venía de la zona de Kandahar. Como muchos de estos jóvenes fundamentalistas que lucharon contra los rusos, que eran los invasores en la década de 1980, [Omar] se desilusionó con la generación mayor cuando ésta finalmente tomó el poder en 1992, porque comenzó una terrible guerra civil en Kabul. Cincuenta mil personas murieron por los bombardeos solamente de un distrito al otro de Kabul. Había también una gran corrupción. Mullah Mohammed Omar era de esta clase de jóvenes puritanos, si así pueden llamarse, que pensaban “Queremos sacar a estos líderes corruptos e introducir un tipo de islam legítimo y honesto”.

    Por supuesto, ellos pertenecen a una línea muy dura en términos de derechos de las mujeres y eso no se puede aceptar. Pero esto no empieza con los talibanes. Lo que estoy tratando de mostrar en este libro, que cuestiona 13 mitos bien establecidos en occidente acerca de Afganistán, es que la opresión a las mujeres desgraciadamente es muy anterior a los talibanes y continúa en áreas donde los talibanes no tienen ningún control. O sea que se trata de una política o práctica y tradición fundamental que llevará mucho tiempo cambiar y superar. Pero no es cierto que la opresión a las mujeres comenzó cuando llegaron los talibanes.

    AMY GOODMAN: Y sin embargo ese argumento se usa muy seguido en Estados Unidos para explicar por qué EE.UU. no puede salir de Afganistán. La esposa del presidente Bush, la primera dama, Laura Bush, dijo que Estados Unidos estaba allá para liberar a las mujeres. Y esa idea sigue hasta el día de hoy.

    JONATHAN STEELE: Sí, yo no sé si esto se hizo con total cinismo. Pero siguiendo con el panorama que planteaba al principio, es decir que EE.UU. estaba tratando de seguir a Al-Qaeda, pero sabía que iba a ser difícil. Pensaron que iba a ser fácil librarse de los talibanes porque eran un blanco fijo, de modo que en lugar de dar en el blanco, sabían que el dardo pegaría en alguna otra parte y que eso era suficiente, porque iban a poder decir “Derrotamos a los talibanes, liberamos a las mujeres. Se están quitando la burka. Todo está bien. Traemos condiciones humanitarias y desarrollo a Afganistán”. Esto podría apaciguar a quienes se oponen a la guerra, y de hecho, lo logró. Mucha gente dijo “No encontraron a Osama, pero por lo menos es mejor para los afganos”.
    Y creo que si hablas con los afganos hoy, como yo, verá que tienen sentimientos muy mezclados acerca de esto, incluso las mujeres, ahora dicen que lo fundamental en Afganistán hoy es la seguridad, que no haya más coches bomba, ataques suicidas, ataques de aviones no tripulados, guerra en todas partes, especialmente en los pueblos. Esto está por encima de todo lo demás, que haya paz, porque la paz es el mayor de los derechos humanos y abarca a ambos géneros.

    AMY GOODMAN: Jonathan Steele, columnista del periódico británico The Guardian, corresponsal itinerante en el extranjero y escritor. Además de Afganistán, informó desde Irak y también acerca del conflicto entre Israel y Palestina. Su libro más reciente se llama “Ghosts of Afghanistan: The Haunted Battleground” (Los fantasmas de Afganistán. El perturbador campo de batalla). Puede ir a nuestro sitio de Internet a ver el resto de la entrevista en www.democracynow.org.


    Traducido por Alejandra Burgos, Rosario Vega, Javier Trino; editado por Gabriela Díaz Cortez.

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